jueves, 30 de octubre de 2008

La fábrica del verso

Con o sin quórum,
con o sin motivo,
Al soborno se levanta alta la mano.
La decisión debe ser rápida,
a las nueve sale el vuelo al paraíso,
lejos, lejos de esta gente,
Al partido de golf,
a la casa junto al lago que han levantado por siglos
siempre otras manos,
y se sostiene con columnas de mentira.

Una figura,
sorbe tibio cognac frente al fuego,
lee verdades en un libro.
No puede evitar que el poder vaya hacia él,
Y se apodere de su viejo corazón de niño,
que lo ciegue.
Y una garra le nace donde debería haber una mano,
y el decreto se firma, y la ley se promulga
La letra muerta,
y las cosas siguen sucediendo como si nada.
Pero no le importa
que la gente muera intoxicada con cápsula de plomo
en calles a veces no tan mal iluminadas
o a plena luz del día.
Que los hospitales sean verdaderos gabinetes de eutanasia,
a veces no tan anestesiada ni consentida.

Gerente de una industria vil sin chimeneas
se encarga de mantener la diferencia entre el abajo y el arriba,
y hasta ensancharla con disimulo siempre que se pueda.
Hay que aprender a morir

El techo está ahí,
es un lápida...
Las columnas están hechas apilando mentiras,
no le prestes a esta caterva
el futuro de los hijos de los hijos.

El Poeta del Asfalto, Buenos Aires, septiembre de 2008

1 comentario:

DEARmente dijo...

buenos versos. quiero trabajar en esa fárica!

saludos.