viernes, 8 de octubre de 2010

Semáforo

Por suerte es domingo a la mañana,
cabeceo.
Me duermo de a ratos
cuando nadie me mira.
Me siento monótono y cansado,
siento los ojos muy lejos del suelo.

Este es mi respiro,
el resto del tiempo: frénetico.
Mutando de rojo a verde
te detengo,
te doy paso,
te advierto de amarillo.
Soy testigo
de los que venden caro la derrota
y un ramito de fresias,
o una birome.

De los camiones con acoplado que me pasan raspando.
De los que cruzan por cualquier parte
de los que van perdidos
en la ciudad loca.
Algunos hallan fuerzas en su soledad,
van con los vidrios arriba,
dicen que no con el dedo
cuando les quieren limpiar el parabrisas.
Otros salen a jugársela,
yo le digo lo mismo a casi todos.
Vas demasiado rápido
para darte cuenta que estas vivo.
Son más frágiles de lo que piensan,
pero no me hacen caso.

Quiero que me veas de verdad,
frenética ciudad.
Ignorado soy,
nadie mira el espejo retrovisor,
van y van,
no paran de hablar.
Todos quieren lo mismo,
al mismo tiempo,
a toda velocidad
sin reflexionar.
¡ya!
Alguien tiene que sacar el pie del acelerador
o vamos a terminar muy mal.

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, julio de 2008)