viernes, 13 de junio de 2008

La dignidad de los nadies

Anduvo.
Con su filosofía escasa,
con su hambre de triunfo y su panzada de fracasos.
A nadie pidió.
No creyó ser generoso,
pero se brindó a si mismo sin saberlo
en la copa de cada día con simpleza.

Copa medio llena,
o medio vacía,
a según con que ojos se la vea.
Copa que bebió solo.

No intentó convencer a otros a fuerza
de embriagarse en su fe ciega de que ese día llegaría.

Anduvo alegre.
Sonriendo cuando debía,
más no,
cuando pagaba de nuevo lo que ya pago mil veces:

El costo de abandonar fronteras.
De olvidar los sueños.
Otra cuota vencida
del alto costo de ser alguien
que nunca costear pudiera.

Siguió.
Sin importarle su no mención en la historia.
Su nombre ausente
entre los títulos del mal reparto
al final de cada día de película.

Fue silbando todo el camino hasta la muerte,
anónimo entre tantos que,
parece o dicen, que hacen tan poco,
y en realidad lo hacen todo:
la vida.
Lo básico.
Tanto como es necesario,
entre unos pocos
que destruyen mucho lo que hacen otros.

Pasó.
Con la cabeza erguida pese a la espalda encorvada.
Siguió sin detenerse.
La violencia reinaba como siempre.
Las calles con nombres de asesinos,
- como un presagio -
pedían cuentas.

Le levantaron las barreras para que pase.
Nadie se metió con él.
Nadie lo detuvo.
Tenía en los ojos fijos
ese pasaporte transparente nunca vencido.
El que sólo da
la dignidad de ser un nadie.

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, junio de 2008)
(Título extractado a un documental de Fernando "Pino" Solanas)

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