miércoles, 18 de marzo de 2009

Nadie sabrá quien eras tú, ni quien yo he sido.



Las estaciones y sus movimientos rígidos,
toca invierno.
Tal vez no haga falta decir
que se oye de fondo un bandoneón ni que es otra vez domingo,
como un séptimo de las veces.

Puestos de feria atrás,
chapas multicolores recién repintadas aquí,
la vieja estampa : Vuelta de Rocha.
Lugar en donde tal vez bajaron los abuelos que nunca te conocieron,
lugar en donde el tiempo se durmió.
hogar del barro el mismo que pisaron.

El Riachuelo serpentea y se abre a un paisaje opaco de Quinquela.
Yendo contra el Sol
es como te ves la sombra sin llegar nunca a pisarla.

Oigo a alguien que maldice el destino que tal vez eligió,
alguna riega un balcón todo sin flores.
La saludo con la mano y me saluda.

Miro arriba.
Disimuladas nubes, chatas, estampadas ahí
cirros tal vez
nubes una tras de otra,
estiradas,
curvas,
como vértebras.
Espalda de cielo encorvada de trabajar los días.

A contra luz
se refleja contra el agua aceitosa
la silueta de un viejo barco fondeado.
Le acaricio la madera porosa pero reacia a pudrirse;
lo miro de cerca.

La del hombre vestido de atardecer es su cara,
no se parece a nada más que a cualquier otro barco varado.
En un silencio profundo y largo aguarda algo que tal vez presiente,
quiero nombrarlo, pero el musgo su nombre le ha tapado.
Permanece allí callado,
se recuesta contra la orilla.
No quiere, pero algo ya lo empuja.
le escucho vibrar a través de mi palma con las leves olas.
Va pidiendo un poco más de luz,
un poco más de tiempo
no todavía ir a donde siempre es de noche.

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, agosto 2008)

1 comentario:

DEARmente dijo...

Bueno. Como siempre, muy bueno.

Mil saludos, poeta.