miércoles, 10 de marzo de 2010

La vida nos separa

Adoquines,
milagrosa voz,
ojalá nunca más calles.

Contraste,
avenidas llenas de silencio,
calles y calles
y seguir.

Brotes prisioneros,
Nadie paga su rescate todavía.
brotes,
¿cuándo a mi ventana?

Brotes,
brotes.
Día,
Rey,
Sol,
padre mío,

¡Salud!

Están armando los puestos de la feria en que se venderá mi sangre;
y el que puede compra lo que le falta,
lo que llora en madrugadas.

Vientres arrancados,
niños apartados de su alegría
por quien los odia,
por quién los amó
y ya no.

Soñé que compraba un arca,
quise salvar al mundo
sin comprender que cada cual vive en el propio.
Quise salvar, sin poder salvarme.

Padre,
padre,
padre,
disco rayado,
comprendo que estoy solo.
Tu luz se pierde en la distancia
las sombras desfilan errabundas,
dispersadas.
Junio juega su cuatro de oros,
la noche va llegando de aquel lado

Amarillo cadáver,
tiempo en que todo se detiene para rehacerse.
Música de grillos, esta vez,
no mal presagio.

Padre,
padre,
padre.
De íntima voz,
de corazón escaso,
te oigo diciendo:

“Yo era,
vengo de dormir
Tú eres ahora el espejo
Donde va la gente”

¡salud!

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, febrero de 2010)

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