domingo, 16 de agosto de 2009

Potencial poema bajo la influenza del tamiflú


Mientras los rígidos de siempre
brindan abiertas clases para flexibilizarse
hasta lograr estornudar en su propio ano
a los enseñados a comer de su propia bosta,
Tristes tuertos
invaden el reino de los ciegos
y sin emoción comprueban
que ya quedan pocas cosas que llevarse por delante.
Avanzan en tropel
hasta que se pinchan su ojo bueno con su coronas de lata
y comienzan a toparse las cabezas unos con otros
con gran dolor y tremebundo estruendo.

Ellos soñaban con crear una escuela
donde se enseñe a enseñar a los que no saben aprender.
En decirle a sus súbditos
que ellos no eran así como creían ser.
Soñaban con inventarles caras,
contárselas
y divertirse viéndoles la que ponían.
Pero ahora todo se ha malogrado
en este poema macabro que escapó de mis manos al quebrarse el tubo de ensayo
y que en un parpadeo termino
para sumarme otra vez a la cifra de los ciegos.

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, agosto de 2009)

(Alguien sabio dijo que la vida es como un inmenso hospital donde los enfermos están poseídos por el extraño deseo de cambiarse de cama. Vos y yo, que no somos tan sabios, que ya tenemos el quetejedi paspado, tratemos de que no nos sigan acostando al lado de un muñeco multimedia diseñado para encima nuestro cada madrugada.)

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