sábado, 23 de febrero de 2008

Dormirse vestido

La rutina se derrama sin piedad
sobre otra persona vacía
que ofrece su mejilla cotidiana
a la solapada cachetada.

Soledad obligada,
engranaje gastado a veces se traba.
Una tarde,
un lunes,
una semana entera.

Debo confesarlo,
son mis ganas viajando en el estribo.
De vuelta,
en un tren atestado.

El viento se ofrece como salida
¡ta tan!,
¡ta tan!,
tan cansino.
Bamboleo acostumbrado,
se quejan los viejos rieles.
Vamos amontonados sobre el hierro
que ya tironeó muchos sueños por vías gastadas…

Vagón lleno,
de hace cuarenta o más años,
así segumímos.

Quien diría mirándonos las caras
que tenemos un lugar donde volver…
un corazón vulgar y urbano.
Ruiseñor con asfixia,
transpirado,
atrasado,
lejos,
colgado.
Agarrado al último pasamanos.

Debo confesarlo,
son mis ganas
tratando de escaparle al vagón
de los que no volvieron más.

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, enero 2008)

No hay comentarios: