domingo, 20 de julio de 2008

El ciego que pensó que veía.

Va por los bares,
iluminado por faroles
Al llegar el día, mareado,
querella al Sol
sin pensar que es otra estrella.

Es el ciego que de tanto pensar,
pensó que veía.
Vaga con su filosofía errante,
castiga lo que ama.
No sabe siquiera
decir que no sabe ver la salida.

En las noches vacías,
da lo mismo lo que tenga el estante.
Lo importante es llenar el vidrio.
Ya pronto será una sombra
un fantasma vacilante.

Le dolerán las trabajosas manos.
Igual meterá la boleta
para engordar al candidato.
Mirando lejos,
esperando recompensa,
se dormirá sentado.

Despertará tarde,
verá el vaso vacío.
Reclamándole más,
una mano huesuda.

Temblando revisará sus bolsillos:
no habrá una moneda…

Comprenderá
que en esta historia así planteada,
el que tiene nada,
vale nada.

Que al buey que ya no tiene fuerza para cinchar,
se lo carnea para sacarle el cuero,
y lo que sobra va para embutidos.

Que la diferencia entre la gente es grande
y él,
en su paso por esta tierra,
no ha hecho más que agrandar el surco acostumbrado.


El Poeta del Asfalto.

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