domingo, 4 de octubre de 2009

en las pinzas del ciego relojero

Espejos intentanto encontrar la salida a
laberintos de gente...

Cambiaron el trazado
algo en la piel estalla
mundo de apariencias
por todas partes hallarás brillando lo que difiere a lo necesario.

Carne de reflejos,
todos prescindibles,
inviables,
unos van otros vienen
siempre encontrarás
habitaciones disponibles,
ya sin nadie

ven, ven,
el agua de la fuente conserva mejor el poco calor del día
acurruca tu espalda contra la cintura de granito,
cúbrete del todo con la manta,
que afuera ladra una jauría de invierno atada a vientos.

balada de junio
una de las que mejor me salen,
costumbre de atesorar hojas secas entre dos hojas.
para marcar un poema para el fin de cada tarde

Monedas con Sol en la cara
alcanzan para comprar embrujo
descascaran miseria
entibian pómulos rojizos,

temblor de amanecida
temblor y escarcha
nadie a quien pedir perdón,
olvido de vivir
olvido lento
gargantas secas
prisas del invierno

Yo también tal vez
intento de alguna forma olvidar tu falta
pero es un hueco inmenso
en apariencia incolmable
cabrían allí las tardes que me quedan

calles ya sin nadie,
milagros morosos
finales disponibles

ven, ven
intento tenderte la mano,
más no sé si alcanzaré a tocarte aterido esta balada de junio
de mendigos de siempre con otra cara
de guaridas miserables
y tantos y tantos y tantos dias
y el viento, el viento, y el viento...
raspando tu escarnio, mi fortuna,
me gustaría gastarlo por un minuto a él
por un minuto solo

El Poeta del Asfalto (Buenos Aires, agosto 2009)

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