Esta hoja quieta no fotosintetiza
no transforma la luz en nada,
es más,
hasta tuve que pagarla como a casi todo,
aunque es simple carbono muerto y química.
Estas,
y esas tus manos labradoras, artesanas o fabriles, saben lo que pueden
nos transforman en sus transeúntes,
hasta sus esclavos puliendo cristales grises
hechos de nuestros mismos sudores.
Mientras una adoración triunfante al brillo
nos ralea
a la mirada mal paga de los suburbios.
El poeta del asfalto (Buenos Aires, octubre de 2009)
viernes, 9 de octubre de 2009
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